La clave para mantener un mundo sostenible se encuentra en la gestión, tanto
individual como colectiva, de los recursos naturales. Para sostener un
ecosistema saludable en el que ningún medio natural resulte contaminado, es
necesario administrar correctamente el planeta en todos los ámbitos.
Actualmente, la economía de mercado predominante en el mundo es aquel
basado en “fabricar, comprar, usar y tirar” los productos y residuos. Dicha
filosofía queda englobada dentro del modelo económico-lineal, el cual se basa
en producir los bienes a partir de materias primas para su posterior compra por
parte de los consumidores, quienes, más tarde, tras su uso, desechan los
productos finales. De esta forma se evita toda reutilización posible.
El ciclo de vida de los productos (desde que se fabrican hasta que se
desechan) es muy breve. Por ello, con este sistema económico se consigue,
exclusivamente, elevar los índices de contaminación hasta llegar a niveles
muy preocupantes. A pesar del afán de aumentar el reciclaje y algunas otras
medidas sostenibles, nunca es suficiente si se sigue manteniendo este estilo de
vida irresponsable.
La solución viene dada con un modelo de economía de mercado que consigue
alargar todo este proceso paralelamente al ciclo de vida de los propios
productos. Nace, así, el modelo de economía circular para dar solución al
problema. Éste se define como un sistema económico-ambiental que
persigue un modelo semejante al de la naturaleza en el que los residuos
pasan a ser recursos al terminar su vida útil. Así, su objetivo consiste en que
el valor de materiales, recursos y productos perduren en la sociedad durante el
máximo tiempo posible. Con esto se consigue reducir la generación de
residuos desechables y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
En resumidas cuentas, para que el planeta pueda mejorar su estado, es
necesario un cambio radical e inmediato de paradigma en el sistema
económico vigente, pues mantener el modelo lineal es un error que la sociedad
sigue cometiendo hoy en día.
